"Que tu rostro refleje tu corazón"

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Por los caminos de la Iztaccihuatl

Iniciamos nuestra preparación hacia el Aconcagua haciendo un recorrido por las faldas del Iztaccihuatl, algunos pensaban que ascenderíamos por la ruta ya conocida, pero una montaña ofrece múltiples caminos para recorrerla y en esta ocasión íbamos a explorar nuevas rutas.
Atendiendo a una invitación de nuestra amiga Eugenia, nos dirigimos a la Ex-hacienda de Contla, ubicada muy cerca del pueblo de El Verde en el estado de Puebla. En cuanto llegamos nos indico las posibilidades de exploración del lugar y nos llamo la atención cuando nos dijo que había una laguna supuestamente a cuatro horas de camino. Un trabajador del lugar nos indico mas o menos la ruta de acceso: "tomen por este camino y vayan tomando los caminos que se abren a la izquierda" nos dijo y agregó: "siempre caminen hacia el sur, viendo de frente a la montaña", sin embargo el día estaba nublado y nuestro mejor punto de referencia estaba cubierto por una densa masa de nubes, aun así con tan escasas indicaciones iniciamos la aventura con nuestras mochilas a cuestas y el animo bien dispuesto. Después de una hora de camino, la gente que iba por primera vez con nosotros empezó a sentir el rigor de la caminata por lo que nos detuvimos unos momentos pero en lugar de descansar cómodamente tuvimos una sesión de estiramiento muscular, estos estiramientos han demostrado ser una actividad muy eficaz contra las tensiones musculares que genera la caminata. Con descansos aproximadamente cada hora continuamos caminando y caminando y caminando, aunque en cada descanso había cada vez más resistencia a estirar los músculos y se prefería sentarse o de plano tirarse en el suelo.

El camino atravesaba por hermosos parajes boscosos, aunque en algunas ocasiones nos encontrábamos con la destrucción del bosque provocada por el hombre y hasta llegamos a escuchar las sierras eléctricas haciendo su labor destructiva, ante estas situaciones uno no sabe muy bien que pensar porque, por un lado, esta la necesidad de subsistir de los comuneros, pero por el otro esta la irracionalidad de la ganancia inmediata sin pensar en las futuras generaciones y mucho menos en el futuro del bosque y sus habitantes, por lo que lo único que nos queda es un sentimiento de tristeza y de profunda gratitud hacia nuestra madre tierra que nos prodiga con tanta belleza a pesar de la continua destrucción de sus obras...

Pasadas seis horas de camino, incluida una hora para devorar nuestros alimentos y media hora de caminar a campo traviesa cuando se acabo el camino por el que veníamos, concluimos que lo mejor era encontrar un lugar donde pernoctar y continuar al día siguiente. En eso estábamos cuando empezó a llover y casi inmediatamente a granizar, ya la lluvia nos había saludado con anterioridad por lo que todo mundo estaba cubierto con sus impermeables, así que nos abocamos inmediatamente a la elaboración de un refugio para protegernos de la lluvia. No hubo "director de obra", sino que todo mundo empezó a colaborar como dios le dio a entender, con poca técnica y mucho entusiasmo y espíritu de colaboración. Escogimos un lugar con cuatro árboles cercanos entre si y fijamos a los troncos travesaños de ramas amarradas con las cuerda de nuestras hamacas, luego en la parte de arriba tendimos dos mangas y bolsas de plástico y en las partes que faltaban por cubrir extendimos ramas de arbustos que recolectamos en los alrededores del lugar. Una vez que nos refugiamos debajo de nuestro improvisado refugio empezamos a notar y sentir los defectos de diseño: goteras y plásticos pandeados peligrosamente por el peso del agua, al poco rato el piso de nuestro refugio estaba empapado y empezamos a sentir frío, afortunadamente la lluvia empezó a amainar y al poco tiempo ceso por completo, sin embargo la temperatura había bajado drásticamente por lo que decidimos regresar a nuestro punto de partida avanzando lo mas que pudiéramos mientras hubiera luz del día (eran aproximadamente las 6 :30 de la tarde)
A buen ritmo descendimos por un camino diferente al que habíamos subido, con ayuda de una brújula seguimos siempre los caminos que iban hacia el norte. En cierto momento nos percatamos que el cielo había escampado y decidimos buscar un paraje en donde pasar la noche, como no encontramos un árbol grande en donde colgar todas las hamacas decidimos colgarlas entre varios árboles cercanos que encontramos en un paraje libre de arbustos y una vez finalizada esta tarea nos abocamos a recoger leña para encender el necesario fuego donde secarnos y calentarnos y, por supuesto, trabajar con el Tatewari de acuerdo a la Tradición. En esta ocasión, después de unos breves comentarios acerca de la Tradición, la actividad consistió en "confesar" todos los pensamientos, sentimientos y emociones que habíamos experimentado a lo largo de la caminata, como siempre sucede al abrir nuestro corazón, la actividad fue mucho mas allá de un simple compartir las experiencia del día y se abrió un espacio mágico de encuentro real entre seres humanos en donde encontramos un remanso de paz para los dolores del alma. Al acostarnos en las hamacas y ver las copas de los árboles formando un tejido hermoso con el cielo estrellado de fondo la satisfacción de un día vivido con plenitud llego a nuestras almas y dejamos que el manto de la noche nos cobijara y nos trajera el sueño reparador.

Al día siguiente nos resistíamos un poco a dejar la tibieza de nuestras bolsas de dormir, pero la montaña nos estaba llamando y sabíamos que teníamos que llegar a nuestro destino en las horas de la mañana para poder regresar con buen tiempo. Antes de iniciar la caminata realizamos unas actividades con nuestros hermanos mayores, los árboles, como siempre recibimos de ellos paz y bienestar y uno que otro mensaje para nuestras vidas y así en compañía de los árboles iniciamos el ascenso. Después de hora y media de camino pensábamos que la laguna ya estaba cerca y esperábamos verla después de cada recodo del camino, pero la laguna no aparecía...
Por fin nos encontramos con una personas que, de entrada, se asombraron al saber desde donde veníamos y mas se asombraron al enterarse adonde pretendíamos llegar pues según ellos nos faltaban todavía de dos a tres horas de camino, además nos comentaron que en esta época del año la laguna estaba seca. Mientras hablábamos el cielo se empezó a poner oscuro, oscuro. Al evaluar la situación en su conjunto decidimos iniciar el descenso porque además no sabíamos muy bien el camino de regreso. Pero antes dedicamos un tiempo a la elaboración de las ofrendas que íbamos a dedicar al lugar que tanto nos había dado. Cada uno desde el fondo de su corazón ofreció un acto propósito a favor de la vida y una vez concluido el pequeño ritual iniciamos el regreso.
Con brújula en mano y un poco de intuición fuimos encontrando el camino de regreso. Sentíamos que faltaba algo y fuimos buscando el árbol adecuado para realizarlo, hasta que por fin, ahí estaba: grande y hermoso y con sus ramas distribuidas de forma tal que nos invitaba a subirlo. Al principio algunos se mostraron renuentes, pero cuando los primeros empezamos a subir y a expresar nuestro júbilo, el ánimo cundió y casi todos decidieron intentarlo. Desde aquí mando mis respetos a los que no pudieron llegar a la copa y mis mejores deseos para que la próxima vez lo consigan, ya que es una experiencia inolvidable el percibir la magnificencia del mundo desde la copa de un árbol y sentir en nuestro cuerpo esa vibración tan especial que nos llena de júbilo por la vida dentro y fuera de nosotros. Y así con este júbilo a flor de piel terminamos nuestra aventura cansados pero felices de experimentar una vez mas la belleza de la vida.

¡Gracias por tu visita! desde Junio del 2005
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