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Luz y sombras en la Sierra Negra
La sierra negra forma parte de la cadena
montañosa en donde esta ubicado el Citlaltepetl, mejor conocido
como Pico de Orizaba.
Pensábamos que el ascenso iba a ser fácil debido a nuestro
entrenamiento ya que el volcán tiene una altura aproximada de 4,400
m.s.n.m. Pero no sabíamos la sorpresa que nos esperaba...
Llegamos a Cd. Cerdan después de las once del día esperando
iniciar el ascenso inmediatamente pero nuestro amigo guía no podía
acompañarnos y el guía alterno no podía salir sino
hasta las 13:00 hrs. Finalmente después de resolver algunos imprevistos
iniciamos nuestro recorrido desde San Juan Ojo de Agua a eso de las tres
de la tarde.
Extensos campos de cultivo fueron apareciendo ante nuestros ojos dando
testimonio de la intensa relación entre el hombre y la Tierra.
A ambos lados del camino las plantas de haba, chícharo, maíz,
frijol y diferentes hortalizas nos recordaban la diversidad de la vida
y la generosidad de nuestra Madre Tierra y de los hombres del campo que
con su arduo trabajo nos proporcionan tanta variedad en sabores y texturas
para que además de alimentarnos, ¡lo disfrutemos !. La vista
era otro regalo, en la lejanía los campos de cultivo se transformaban
en hermosos tapetes con diferentes tonos de verde según el cultivo
que albergaban, una tapicería encantadora!. Y ahí estabamos
nosotros, no "entrenando", no "conquistando la montaña"
sino tratando de integrarnos a estas magistrales pinceladas de la vida.
Al cobijo de un árbol, tocado por un rayo, pero aun vivo, hicimos
nuestro primer ofrecimiento a la montaña y llegando a los primeros
arboles del bosque hicimos el segundo. No bien entrando al bosque la lluvia
se hizo presente y nos preparamos para lo peor ya que el cielo estaba
densamente cubierto de nubes. A lo lejos los hombres de campo, cual hormiguitas,
se afanaban en terminar la labor del día antes de que la lluvia
arreciara.
La lluvia nos acompaño un buen trecho por lo que empezamos a dudar
que pudiéramos seguir avanzando hasta el lugar donde planeábamos
acampar, que según Omar, nuestro guía, estaba como a cuatro
horas de camino, eran las seis de la tarde...
Buscando alternativas decidimos que lo mejor era llegar a un caserío
cercano y allí comer y esperar a que, con un poco de suerte, pasara
la lluvia. En el caserío pudimos resguardarnos de la lluvia bajo
el techo de un cobertizo y para nuestra alegría y felicidad, una
señora nos presto un anafre con brazas para calentar la comida
y nos convido unas ricas tortillas calientitas. Ya con la barriga llena
y el corazón contento reiniciamos la marcha y para nuestra buena
suerte la lluvia había cesado.
La hora azul había llegado, el bosque se fue convirtiendo en un
espacio de sombras, y sombras éramos nosotros caminando con ritmo
y en silencio, a cada paso adentrándonos mas en nuestro ser interior
que sutilmente nos marcaba el camino a través del manto oscuro
de la noche. El tiempo y el espacio se borraron, solo existía el
ahora y el paso que estabamos dando.
El pasado y el futuro carecían de sentido y el atrás y el
adelante también ante la inmensidad de la tierra y de la noche.
Sentimientos encontrados afloraban en nuestro interior: alegría
y miedo, paz y desesperación, serenidad y enojo, anhelo y añoranza.
¿Cuál seria nuestra elección? ¿Hacia dónde
íbamos a dirigir nuestra atención? Una vez más la
montaña nos dio la respuesta: sin darnos cuenta el terreno había
cambiado de tierra y hojas a arena y piedras y la dificultad del camino
se incrementaba. No había clemencia, a las once de la noche cansados
y adoloridos, la montaña exigía mas de nosotros; teníamos
que ofrecer algo poderoso para poder pasar; así que cada quien
eligió en donde iba a poner su atención y la montaña
acepto el ofrecimiento: la puerta se abrió; la arena se torno en
una alfombra mullida que acariciaba nuestros pies y la marcha se torno
ligera y agradable. Después de caminar un rato llegamos al sitio
donde se acostumbra acampar, sin embargo Omar nos comento que cerca de
ahí había una cueva donde podríamos pasar la noche
y guarecernos en caso de lluvia. A la mayoría les agrado la idea
de pasar la noche ahí y lentamente nos encaminamos a "la cueva
del muerto", al llegar supimos porque la llaman así, la calma
y quietud del lugar semejan las de un sepulcro.
Rápidamente acomodamos nuestras
cosas y nos abocamos a recoger leña para el Tatewari. Como el grupo
se reducía a cuatro participantes, dos de ellos recién integrados
al trabajo, esta vez no hubo rendición de cuentas en específico,
lo que sí hubo fue el compartir frente al fuego los sentimientos
experimentados a lo largo del día. Nuestro guía también
se animo a compartir con nosotros generando un momento muy emotivo ya
que dejo que el sentimiento aflorara libremente (cosa rara entre personas
que se aproximan por primera vez a la tradición) y entre sollozos
hizo su recuento del día. Además nuestras amigas con más
antigüedad aprovecharon para hacer su rendición de cuentas
por lo que la actividad genero un movimiento de energía especial
que era compartido por el Tatewari que respondía con su danza y
cambio de coloración a la persona que estaba hablando.
Al terminar y después de una frugal cena, dispusimos los lugares
para acostarnos e intentar dormir cosa que logramos apenas por breves
intervalos de tiempo debido a la configuración energética
del lugar que, aunque el Tatewari había aligerado, no dejaba de
sentirse pesada.
Al amanecer la pesadez se había
trasmitido a nuestro ser y nos costo trabajo levantarnos, después
de media hora de intentarlo logramos ponernos de pie. No podíamos
enfilar a la cumbre en esas condiciones por lo que iniciamos una sesión
de ejercicios relajantes y energizantes a la vez que, después de
una hora, nos dejaron listos para la batalla. Regresamos al lugar donde
se acampa y enfilamos directo al inicio de la parte mas empinada de la
montaña, al llegar a la base hicimos nuestro ofrecimiento a la
montaña para que nos cuidara e iniciamos el ascenso.
En ese momento iniciamos una serie de
ejercicios que continuarían a lo largo de todo el camino y que
consistían básicamente en darnos cuenta en donde estaba
nuestra atención si en nuestro interior o en el exterior y sobre
que zonas o espacios específicos estaba enfocada y que efectos
tenia sobre nuestra conciencia. Estos ejercicios serian de gran ayuda
al final como se vera mas adelante.
El terreno estaba conformado por arena
y piedras y alguno que otro matorral, aun así dentro de la aridez
del terreno de vez en cuando nos encontramos con unas flores bellísimas
cuajadas de pétalos espinosos entre verdes y rosados y salpicados
del rocío matinal. Nuestro guía nos dijo que las llamaban
"rosas de la montaña" y su presencia era tan encantadora
que nos llenaba de nuevos bríos en nuestro ascenso.
Después de caminar como una hora por el difícil terreno
llegamos a una zona donde señoreaban grandes rocas, era evidente
el cambio de tono en la montaña, por lo tanto hicimos nuestro ofrecimiento
para relacionarnos bien con esa parte de la montaña que, aceptando
el ofrecimiento, nos facilito el ascenso y permitió que ejercitáramos
otros músculos de nuestro cuerpo.
Al terminar la zona de rocas llegamos a otra puerta y supimos que nuestro
ofrecimiento tenia que ser mas poderoso ya que empezaba la parte mas difícil
de la montaña: terreno empinado y arena suelta, el clásico
tumbaburros...
Sintiendo ya los efectos de la altura
y del cansancio acumulado avanzamos paso a paso por la empinada ladera,
teniendo que descansar cada cincuenta metros de camino. Avanzando en zigzag
la fila era la encarnación perfecta de nuestro lado tonal: la serpiente
que se arrastra por las dificultades de la vida; pero nuestro otro lado
también estaba presente y nos conminaba a seguir avanzando, a romper
nuestros limites para llegar al sitio donde la vida y sus "problemas"
se ven desde otra perspectiva, ahí donde todo encaja y sabemos
nuestro lugar y nuestra tarea en este mundo. Sin embargo en esta ocasión
la lección no iba a estar enmarcada por la belleza, sino por la
destrucción y la desolación.
Aunque ya sabíamos que en la cima
se estaba construyendo un telescopio, "el más grande de Latinoamérica"
según nuestro guía, no nos imaginábamos la tremenda
destrucción del entorno que ello implicaba. Avanzando entre la
neblina y el viento helado que se soltaron cuando íbamos llegando
a la cima fuimos descubriendo toneladas de tierra y rocas desplazadas
de su lugar original y amontonadas en total desarmonía. Al llegar
al punto mas alto la desolación era tal que la tristeza me invadió
y sentí la necesidad de abreviar nuestra estancia en ese lugar.
Pronto el sentimiento se generalizo.
Ante tal ecocidio lo único que
quedaba por hacer era terminar nuestra tarea y retirarnos. Agradeciendo
a la montaña que a pesar de su dolor, provocado por seres humanos
inconscientes, nos hubiera permitido llegar hasta su devastada cima, le
entregamos nuestras ofrendas, nuestros actos a favor de la vida a realizarse
en el futuro inmediato, nuestras acciones para llevar cada vez mas armonía
a nuestro corazón y a nuestro entorno.
Al iniciar el descenso el dolor de la
montaña se trasmitió a nuestros pies y fuertes dolores nos
compelían a bajar rápidamente, en una hora bajamos lo que
nos llevo subir el triple de tiempo. Ya en el llanito donde se suele acampar
enfilamos de regreso a la cueva donde habíamos dejado nuestras
cosas y luego de regreso al llano para tomar la ruta de regreso que esta
vez era la misma que la de ida. A medida que íbamos avanzando el
dolor en los pies iba creciendo al punto tal que dar cada paso representaba
un esfuerzo enorme. Haciendo "de tripas, corazón" fuimos
bajando y cortando camino a la menor oportunidad posible. Arrastrando
los pies y sintiendo que no era posible dar el próximo paso, llegamos
al árbol que estableció la primera puerta al ir ascendiendo,
justo en el momento en que un chaparrón se dejo caer. El árbol
nos cobijo y proporciono bienestar a nuestro maltrecho cuerpo. Al amainar
la lluvia nos despedimos de la montaña, agradeciéndole que
en medio de su dolor nos hubiera permitido dejar nuestra huella en sus
caminos, cuidándonos y echando luz en nuestros corazones.
Lentamente y dirigiendo nuestra atención lejos del tremendo dolor
de pies dejamos que nuestros pasos nos llevaran de regreso al mundo cotidiano,
crisol de la belleza y el horror vividos en una realidad aparte...
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